Iván Cornaglia, productor en la zona de Marull, hizo unas pruebas y se convenció. Así, compró un primer tramo y luego completó todo el barral de su Metalfor. Conocé la historia imperdible de otro convencido sobre este sistema de aplicación selectiva. Vale la pena.

Iván Cornaglia, productor de Marull, en el norte de Córdoba, cuenta una anécdota que retrata claramente una de los aportes fundamentales que le generó incorporar el Weedseeker 2 a su planteo agrícola de más de 4.500 hectáreas en la zona.

 

Relata que fue al banco para sacar un crédito para incorporar un segundo tramo de Weedseeker para la pulverizadora y le pidieron los datos económicos que mostraran que podría pagar el dinero que le iban a prestar. Dice que cuando compartió con los expertos de la entidad la planilla con los ahorros que había obtenido con el tramo de Weedseeker que ya había instalado, se quedaron realmente sorprendidos.

 

Así fue que el crédito avanzó y Cornaglia pudo completar el equipamiento sobre su pulverizadora Metalfor del año 2019 para hacer pulverización selectiva con los 36 metros de ancho del botalón.

 

Pero, antes de seguir, repasemos de qué esquema productivo participa este “mosquito”, completamente equipado con Weedseeker 2 provisto por D&E.

 

En los alrededores de Marull, localidad ubicada al sur de la laguna de Mar Chiquita, la empresa familiar de Cornaglia, en la que participan también sus dos hermanos, siembra, como se dijo, unas 4.500 hectáreas, entre propias y alquiladas. Además, hacen 5.500 hectáreas de ganadería, distribuidas entre la provincia de Córdoba y la de Chaco.

 

Hasta la llegada de la Chicharrita, en la campaña pasada, tenían una rotación agrícola bastante estable. En campos buenos, 40% gramíneas (básicamente maíz y trigo) y 60% soja. En los establecimientos más “overos”, el mix se ajustaba. 

 

“Ahora estamos viendo cómo nos acomodamos”, dice Cornaglia en referencia al gran impacto del Spiroplasma. “Por lo pronto, este año sumamos sorgo y girasol”, agrega.

Los Cornaglia hacen todo con fierros propios, desde la siembra hasta la cosecha, pasando, obviamente, por la pulverización. Y trabajan con un equipo humano aceitado, que incluye a un asesor agronómico y al maquinista.

 

“Solo contratamos algún servicio si hace falta”, dice el productor. Y agrega que tampoco salen a hacer trabajos para terceros.

 

Desde su casa en Marull, rodeado de su familia, Cornaglia recuerda que allá por 2019 veía con preocupación cómo crecía el costo del control de las malezas, con agroquímicos cada vez más caros y varias especies que se les escapaban, a pesar de todos los esfuerzos.

 

“El año anterior había contratado una máquina que podía hacer aplicación selectiva, para hacer una prueba, y me aplicó sobre 200 hectáreas”, recuerda.

 

“Ahí vimos los costos con el ingeniero y nos dimos cuenta de que la tecnología se pagaba muy rápido”, agrega.

 

Así, decidió poner el primer tramo de Weedseeker sobre su pulverizadora. “Y ahí comprobé con mi propio equipo que la diferencia era abismal”, recuerda.

 

Ya convencido. Fue por el segundo tramo, para completar la extensión del barral de la Metalfor. Y allí sucedió la anécdota del banco relatada al comienzo de esta nota.

Pero, más allá del ahorro en producto e inversión, Cornaglia dice que hay otras ventajas muy claras de esta tecnología de aplicación selectiva.

Dice que en campos difíciles como los que ellos manejan, el Weedseeker les permitió recuperar mucha superficie que antes era improductiva y que, así, pasó de no rendir nada a hacer, ahora, un aporte interesante a la producción y los márgenes.

 

“Te da una tranquilidad de respuesta ante cualquier problemática que con otras formas de trabajo no tenés”, resume.

 

Justamente, Cornaglia dice que es muy importante saber que incorporar el Weedseeker requiere tener en claro y compartir una forma de trabajo entre todo el equipo, incluyendo al productor, el asesor agronómico y el maquinista. “Hay que estar abiertos a las innovaciones”, dice.

 

“Yo veo muchos asesores que no le prestan atención a estas cosas, porque están acostumbrados a aplicar un campo dos veces en invierno, mientras que con esto a lo mejor tenés que aplicar el doble, pero en esta cantidad de veces sumadas gastás menos que en una sola vez de las aplicaciones tradicionales”, afirma el productor.

 

“Es cierto -agrega- que hay que recorrer más, monitorear más. Y para eso hace falta predisposición, pero el resultado es grandísimo”.

 

Cornaglia no quiere hacer foco solamente en la rentabilidad. Dice que, desde el lado de la sustentabilidad, los beneficios también son enormes.

 

“Los ambientalistas deberían luchar para que no se venda ninguna pulverizadora sin esta tecnología”, grafica.

 

Ahora, volviendo a los números, cuenta otra anécdota que deja en claro el impacto económico positivo que tuvo la incorporación del Weedseeker a su empresa.

“Cuando cerramos el primer año de uso del Weedseeker, el contador me llamó para preguntarme qué había pasado que se había reducido tanto la compra de agroquímicos”, recuerda. “¿Compraste en negro?”, le preguntó el profesional.

Había destinado a ese rubro solo el 40% de lo que había gastado el año previo. “Me gusta innovar, probar cosas nuevas, para no quedar atrasado, pero todo tiene que tener una ventaja económica”, explica.

Finalmente, Cornaglia quiere hacer referencia al servicio de postventa de D&E. “Cuando arranqué hacía muchas consultas y siempre tuve un apoyo importante del equipo técnico de la empresa, empezando por Ignacio Espinosa, que es un tipazo”, dice Cornaglia.

Hace poco, cuenta que aprovechó el servicio precampaña gratuito provisto por D&E, para que todo funcione correctamente y sin sobresaltos cuando así tiene que ser.

En definitiva, este productor de Marull, en el norte de la provincia de Córdoba, está convencido de las ventajas de la aplicación selectiva en general y de Weedseeker en particular. Y lo dice claramente: “hay que subirse a la tecnología para no quedar obsoleto”.